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20 de diciembre de 2011

EL PRIMER CEMENTERIO...

La inauguración en 1775 del Cementerio del Este de Barcelona, como elemento separado de las parroquias, siguiendo las costumbres higienistas, lo convierte en el más antiguo del país, diez años antes del de San Ildefonso (Segovia) y doce de la Real Cédula que lo establece como norma en todos los "territorios del reino".

Josep Climent i Avinent, Obispo de Barcelona (1706-1781).

Josep Climent i Avinent, obispo de Barcelona del 1766 al 1775,  propuso la realización de un cementerio alejado de la ciudad, fuera de sus murallas, y que fuese común a todas sus parroquias. La primera idea surge en 1768 cuando consigue del monarca Carlos III unos terrenos que habían expropiados a los jesuitas, expulsados de España un año antes.
Climent, considerado como “ilustrado” por muchos historiadores, es un personaje complejo, alterna ideas “modernas” para su época con su profundo y estricto “reformismo”, que le lleva a criticar al racionalismo y enciclopedismo francés, al que califica como “hez de los siglos”, y que con su rigidez moral le lleva a decir, refiriéndose a Barcelona, “ este pueblo era
un infierno de lascivia, una Babilonia y se ha empeorado después que le gobierna un zardanápalo…”, el “zardanápolo” era el Conde de Ricla, Capitán General de Catalunya y Secretario de la Guerra después, con el que estuvo en permanente conflicto. Un conflicto que mostrará otros rasgos más humanos del Obispo cuando se produce la revuelta de las quintas de 1773 y donde después de una cruel represión con 14 muertos, protege a los rebeldes que encuentran cobijo en la Catedral.
Así pues, Josep Climent fue un hombre de carácter fuerte, enérgico y resolutivo, que en el caso que nos ocupa, la construcción del primer Cementerio fue determinante. El 13 de Marzo de 1775, dos días antes de presentar su renuncia, inaugura el nuevo cementerio de Barcelona, dentro del municipio de Sant Martí de Provençals, sus obras habían comenzado dos años antes, y en Octubre se vuelve a su Castellón natal.
Dibujo basado en un plano de 1780, en el que aparece el camino al Cementerio.
Aquel cementerio tenía una planta rectangular, con altos muros para evitar las profanaciones. La capilla de su interior no animó a los creyentes a frecuentar un paraje despoblado y solitario. Tras la expectación inicial el nuevo cementerio contó con la oposición y rechazo de los habitantes de Barcelona, que siguieron durante unos años enterrando a sus difuntos identro de las murallas y sólo sirvió como sepultura de los pobres que morían en el hospital, acabando como osario y entrando en un periodo de abandono, hasta que en 1813 las tropas napoleónicas lo destruyen por motivos de “estrategia militar”.
En 1818 se inicia, en el mismo lugar que el anterior, la construcción del nuevo Cementerio del Este, bajo el impulso del Obispo Sitjar, por el joven arquitecto Antonio Ginesi, encargado del proyecto, y fue inaugurado al año siguiente, cuando aún estaba inacabado.
Pero también éste nuevo recinto por su misma ubicación, granjeó muestras de rechazo y generó rumores y leyendas, como las que nos muestra el etnólogo y folclorista, Joan Amades: "Quan va inaugurar-se el cementiri que avui qualifiquem de Vell, al Poble Nou, que vingué a substituir els parroquials, la seva rodalia estava molt despoblada; sobretot de nit, baixaven molts llops, que furgaven les fosses i devoraven les restes dels difunts. Tant es així que l'any 1826 el municipi es veié obligat a prendre mesures per esquivar els llops del cementiri. El cas arriba a coneixement del veinat, que s'esborroná i promogué un moviment de protesta i de resistencia a concórrer al cementiri per por que els familiars difunts no fossin devorats pels llops.La gent posa molta resistencia a no enterrar els difunts als fossars parroquials. Deien també que els fossers, allí, en aquell desterrament, ningú no els veia i desenterraven els difunts i es venien les despulles per fer botifarres i per fer sabó; igualment pretenien que els robaven les joies i les robes bones. Es contava d'una noia molt rica que la van enterrar tota enjoiada i ais tres o quatre dies les joies que portava les compra una párenta de la difunta a un argenter de l'Argenteria per a una noia que li havia d'ésser nora. /../
Quan es van abolir els fossars parroquials i es funda el cementiri Vell s'establí a Barcelona el costum d'enterrar en nínxol, puix que fins aleshores s'havia sepultat a térra. Va correr la veu per la ciutat que els penjats i condemnats no els fóra permés d'ésser enterrats en nínxol, que aleshores passá a ésser enterrament distingit, i hom digué que era obligat de colgarlos a terra. Entre el veïnat es desperta aversió a deixar els difunts a térra, puix deien que feia condemnat, i totes les famílies van fer grans esforcos per comprar una sepultura, que aleshores costava quatre duros, per assegurar-se que ni ell ni cap dels seus havien de sepultar-se com els penats. Entre la gent humil posseir un nínxol es considerava com una propietat important i donava certa categoria." Traducción al castellano 
Grabado de mediados del siglo XIX, con el cenotafio diseñado por Ginesi.